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Aliviar el dolor sin perder de vista el origen

¿Cuál es el tratamiento Médico para la epicondilitis?

El enfoque médico tradicional para tratar la epicondilitis suele centrarse en controlar el dolor y reducir la inflamación de los tendones extensores del antebrazo. Esto puede lograrse a través del uso de antiinflamatorios, reposo funcional, fisioterapia clásica e infiltraciones en los casos más resistentes. Estos métodos pueden ofrecer alivio temporal y mejorar la movilidad, especialmente en fases agudas. Sin embargo, es fundamental entender que tratar solo el síntoma no garantiza la resolución definitiva del problema. Por eso, aunque el tratamiento médico es útil, especialmente al inicio, debe integrarse dentro de una estrategia más amplia que contemple el origen del sobreuso, los gestos repetitivos y la biomecánica general del brazo.
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Antiinflamatorios y analgésicos: alivio rápido, solución parcial

El uso de medicamentos como ibuprofeno, naproxeno o paracetamol es común en los primeros días o semanas de dolor. Su objetivo es reducir la inflamación del tendón y facilitar el descanso del brazo. En muchos casos, logran una mejoría temporal que permite continuar con las actividades. Sin embargo, estos fármacos no reparan el tendón ni corrigen las causas que han generado el problema. Además, su uso prolongado puede tener efectos secundarios, especialmente a nivel digestivo o renal. Por eso, se recomienda emplearlos solo como un apoyo puntual, y siempre acompañados de otras estrategias que ayuden a recuperar la función del brazo a largo plazo.

Fisioterapia convencional: una herramienta útil si se aplica bien

Dentro del tratamiento médico, la fisioterapia juega un papel importante. Las sesiones suelen incluir técnicas como electroterapia, ultrasonido, ejercicios de fortalecimiento y estiramientos guiados. En etapas más avanzadas también se aplican terapias manuales, vendajes funcionales y ejercicios excéntricos para estimular la recuperación del tendón. El éxito de esta terapia depende en gran parte de su personalización y de la constancia del paciente. Un programa demasiado genérico o mal ejecutado puede no ser efectivo. La clave está en adaptar el tratamiento a la fase de la lesión y combinarlo con modificaciones posturales y ergonómicas en la vida diaria.
“Tú tienes poder sobre tu mente, no sobre los acontecimientos. Date cuenta de esto y encontrarás tu fuerza” -Marco Aurelio

Infiltraciones: una opción puntual cuando el dolor en el codo no cede

En los casos más rebeldes, cuando el dolor no mejora con fisioterapia ni medicación, se puede recurrir a infiltraciones locales. Las más utilizadas son las de corticoides, que tienen un potente efecto antiinflamatorio, y las de plasma rico en plaquetas (PRP), que buscan estimular la reparación del tendón con componentes de la propia sangre del paciente. Aunque las infiltraciones pueden ofrecer alivio importante, especialmente en el corto plazo, no deben verse como solución definitiva. Su abuso puede dañar los tejidos, y si no se corrigen los factores causales (como la técnica o el uso repetitivo), los síntomas tienden a reaparecer. Deben usarse con criterio y como parte de un plan más amplio.

¿Cuándo se plantea la cirugía en la epicondilitis? Solo en casos excepcionales

La cirugía para la epicondilitis se reserva únicamente para aquellos casos en los que el dolor persiste más allá de 6-12 meses, a pesar de haber aplicado todas las terapias conservadoras disponibles. La intervención consiste en limpiar el tendón dañado y descomprimir la zona afectada. Aunque las tasas de éxito suelen ser buenas, es un procedimiento que implica un periodo de recuperación prolongado, rehabilitación postoperatoria y ciertos riesgos como en toda cirugía. Por eso, se considera como última opción, y solo cuando la dolencia afecta gravemente la calidad de vida del paciente. Incluso tras la cirugía, será necesario corregir los hábitos y gestos que generaron la lesión.

¿Quiénes somos?

Somos Iñigo y Roberto Junquera, creadores del portal de contenido de FisioOnline y de Fiit Concept.

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