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Mucho más que un tendón inflamado: el origen real del codo de tenista
La epicondilitis, o codo de tenista, no surge solo por mover mucho el brazo. Detrás de esta dolencia hay un conjunto de factores que van desde gestos repetitivos mal ejecutados hasta desequilibrios musculares, tensiones acumuladas o incluso una forma inadecuada de usar la mano y la muñeca en tareas cotidianas. El dolor aparece cuando los tendones extensores del antebrazo entran en un estado de sobrecarga constante que no les permite recuperarse. Este estado puede mantenerse durante semanas o meses si no se corrige lo que está provocando el problema. En esta página te mostramos las causas más frecuentes (y también las menos conocidas) de la epicondilitis, para que puedas entender tu caso, corregir hábitos y evitar que el dolor se vuelva crónico.

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Movimientos repetitivos sin descanso: cuando el cuerpo dice basta
Una de las causas más habituales de la epicondilitis es el uso excesivo del brazo, especialmente en actividades que implican giros de muñeca, agarres prolongados o fuerza repetitiva. No solo afecta a deportistas: escribir en el teclado, usar el ratón, levantar objetos en el trabajo, o tareas domésticas como fregar o cargar bolsas también pueden generar esta sobrecarga. El problema no es moverse, sino repetir el mismo gesto sin dar tiempo al tendón a recuperarse. El tejido comienza a inflamarse, se debilita, y cada nueva actividad se convierte en una agresión que suma más dolor. Saber identificar estos patrones y modificar la forma de realizar ciertas tareas es clave para detener el avance del problema.
Desajustes posturales y falta de fuerza en los puntos clave
El codo no trabaja solo: depende del correcto funcionamiento del hombro, la escápula, la muñeca y toda la cadena muscular del brazo. Cuando hay desequilibrios —por ejemplo, hombros adelantados, escápulas inestables o debilidad en el manguito rotador—, el antebrazo acaba asumiendo más carga de la que debería. Esto genera tensión constante en los tendones extensores que terminan inflamándose. Además, una mala ergonomía en el trabajo o al practicar deporte multiplica el riesgo de lesión. La solución no está en solo descansar el codo, sino en reeducar la postura, fortalecer las zonas olvidadas y devolverle al brazo su equilibrio natural.
“Tú tienes poder sobre tu mente, no sobre los acontecimientos. Date cuenta de esto y encontrarás tu fuerza”
-Marco Aurelio
Tensión emocional y carga interna: el codo también somatiza
Aunque suele pasarse por alto, el estrés sostenido y la tensión emocional acumulada afectan directamente al tono muscular. Muchas personas con epicondilitis mantienen inconscientemente el brazo en tensión, los hombros encogidos o la mandíbula apretada. Esta rigidez constante genera microcontracciones que, con el tiempo, sobrecargan los tendones. Además, el sistema nervioso bajo presión altera la percepción del dolor y dificulta la recuperación. Si estás atravesando un periodo de exigencia mental o emocional, es posible que tu cuerpo lo esté expresando a través del codo. Identificar y gestionar esta carga es tan importante como cualquier tratamiento físico.
Técnica inadecuada y automatismos que lesionan sin darte cuenta
Muchas veces la epicondilitis no surge por exceso, sino por mala técnica. Sostener herramientas sin ergonomía, realizar ejercicios con una postura incorrecta o apretar de más al sujetar el móvil son gestos que repetimos sin ser conscientes y que a largo plazo desgastan los tendones. Incluso en el deporte, una técnica defectuosa al golpear, lanzar o levantar peso puede generar fricción continua en la zona del codo. El cuerpo tiene memoria, y cuando aprende un gesto mal hecho, lo repite una y otra vez. Corregir esos automatismos es una parte clave de la recuperación: moverse mejor es también parte del tratamiento.


¿Quiénes somos?
Somos Iñigo y Roberto Junquera, creadores del portal de contenido de FisioOnline y de Fiit Concept.
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